Casa Rusa
Lo poco que recuerdo del momento del partido, es que estábamos en silencio y que no era mi turno de jugar. También es posible que todos hubiéramos estado callados pensando lo mismo, que nadie supiera a quien le tocaba.
Cada piso del edificio era un departamento completo, un palomar de hormigón; tenía incluidos como parte de los ambientes, al pasillo y a la escalera que comunica con los otros pisos; no había ascensores.
Éramos tres o cuatro los participantes del juego; estábamos reunidos en un pasillo, que en este caso era parte del living. La cabeza baja, la mirada perdida en las cartas; sometidos a un estado de alerta absoluta, que por momentos se confundía con la sensación de miedo. Parecía que la inercia en el silencio y la quietud, iban a prolongarse indefinidamente; cuando algo turbó la calma y distrajo mi atención. Empezaron a escucharse pequeños golpes provenientes de los pisos de arriba; y aunque iban aumentando de volumen no terminaba de distinguirlos: crujidos, pasos, corridas; eran cada vez más intensos y más cercanos. De repente tuve una visión; se diseminó en mis ojos como tinta negra, y terminó cubriéndome por completo de oscuridad. Perdí toda percepción sensorial y noción del tiempo. Cuando pude recuperarme, note que seguía en el mismo sitio; el ambiente parecía más grande. Los sonidos que antes me habían parecido pasos, sonaban como estallidos; como la descarga de algún tipo de arma de fuego, accionada en forma repetitiva contra el piso. El peligro, o lo que sea que fueran esos ruidos indefinibles, estaba llegando al pasillo del piso superior; justo encima de nosotros.
Instintivamente comencé a correr. Llegué hasta el borde de la escalera y empecé a bajar. Miré de reojo al resto de los jugadores, y pude ver que seguían inmóviles; supuse entonces que venían por mí. El enjambre de pasos o metralla me seguía en la carrera, y la distancia entre ellos y yo disminuía. Durante el descenso, las escaleras y los pasillos se iban convirtiendo en paisajes distintos según los transitaba: una cocina, una sala de estar, un baño inmenso, un galpón, una galería; que siempre terminaban, en el vértice del primer escalón de la próxima escalera descendente. Este proceso de persecución y cambios de escenario, debe haberse manifestado ante mis ojos unas siete u ocho veces, hasta que volvió a repetirse el living; donde había estado jugando en un principio. Volví a dudar de mi percepción, me sentí preso, atrapado; supuse la probable impotencia de mis pasos, mi esfuerzo inútil y sin sentido, sin escape, sin destino; sentí pánico y confusión; igualmente eludí al grupo de jugadores y seguí corriendo en la misma dirección. Habré bajado el circuito completo del edificio un par de veces más, cuando mis piernas empezaron a flaquear. Finalmente, agobiado por el miedo y el cansancio, rodé hasta uno de los descansos.
El contacto de una brisa intermitente y suave con mi cara, me despertó. Estaba sentado, flotando en ella; yendo hacia arriba por las escaleras. Volví a oír esos pasos de batalla, esos golpes de acero contra el acero, esa marcha constante sobre mí, conmigo, dentro mío; pero esta vez no había temores, estaba feliz. Sentía el espacio abierto de mi mente, el descanso; podía presentir la próxima pendiente. Comencé a bajar los niveles a gran velocidad, sin esfuerzo; llevado por ese viento y ese ruido, por esa fuerza inexplicable; como montado en el vagón de una montaña rusa, las caídas, las curvas, los rieles. Cuando pasamos por el living el grupo había desaparecido, también las cartas. Al llegar al siguiente pasillo, que en este departamento era parte de la cocina; me vi tirado sobre las vías, al final de la bajada mas pronunciada.
(09/11/2005)
Cada piso del edificio era un departamento completo, un palomar de hormigón; tenía incluidos como parte de los ambientes, al pasillo y a la escalera que comunica con los otros pisos; no había ascensores.
Éramos tres o cuatro los participantes del juego; estábamos reunidos en un pasillo, que en este caso era parte del living. La cabeza baja, la mirada perdida en las cartas; sometidos a un estado de alerta absoluta, que por momentos se confundía con la sensación de miedo. Parecía que la inercia en el silencio y la quietud, iban a prolongarse indefinidamente; cuando algo turbó la calma y distrajo mi atención. Empezaron a escucharse pequeños golpes provenientes de los pisos de arriba; y aunque iban aumentando de volumen no terminaba de distinguirlos: crujidos, pasos, corridas; eran cada vez más intensos y más cercanos. De repente tuve una visión; se diseminó en mis ojos como tinta negra, y terminó cubriéndome por completo de oscuridad. Perdí toda percepción sensorial y noción del tiempo. Cuando pude recuperarme, note que seguía en el mismo sitio; el ambiente parecía más grande. Los sonidos que antes me habían parecido pasos, sonaban como estallidos; como la descarga de algún tipo de arma de fuego, accionada en forma repetitiva contra el piso. El peligro, o lo que sea que fueran esos ruidos indefinibles, estaba llegando al pasillo del piso superior; justo encima de nosotros.
Instintivamente comencé a correr. Llegué hasta el borde de la escalera y empecé a bajar. Miré de reojo al resto de los jugadores, y pude ver que seguían inmóviles; supuse entonces que venían por mí. El enjambre de pasos o metralla me seguía en la carrera, y la distancia entre ellos y yo disminuía. Durante el descenso, las escaleras y los pasillos se iban convirtiendo en paisajes distintos según los transitaba: una cocina, una sala de estar, un baño inmenso, un galpón, una galería; que siempre terminaban, en el vértice del primer escalón de la próxima escalera descendente. Este proceso de persecución y cambios de escenario, debe haberse manifestado ante mis ojos unas siete u ocho veces, hasta que volvió a repetirse el living; donde había estado jugando en un principio. Volví a dudar de mi percepción, me sentí preso, atrapado; supuse la probable impotencia de mis pasos, mi esfuerzo inútil y sin sentido, sin escape, sin destino; sentí pánico y confusión; igualmente eludí al grupo de jugadores y seguí corriendo en la misma dirección. Habré bajado el circuito completo del edificio un par de veces más, cuando mis piernas empezaron a flaquear. Finalmente, agobiado por el miedo y el cansancio, rodé hasta uno de los descansos.
El contacto de una brisa intermitente y suave con mi cara, me despertó. Estaba sentado, flotando en ella; yendo hacia arriba por las escaleras. Volví a oír esos pasos de batalla, esos golpes de acero contra el acero, esa marcha constante sobre mí, conmigo, dentro mío; pero esta vez no había temores, estaba feliz. Sentía el espacio abierto de mi mente, el descanso; podía presentir la próxima pendiente. Comencé a bajar los niveles a gran velocidad, sin esfuerzo; llevado por ese viento y ese ruido, por esa fuerza inexplicable; como montado en el vagón de una montaña rusa, las caídas, las curvas, los rieles. Cuando pasamos por el living el grupo había desaparecido, también las cartas. Al llegar al siguiente pasillo, que en este departamento era parte de la cocina; me vi tirado sobre las vías, al final de la bajada mas pronunciada.
(09/11/2005)
1 Comments:
uy, este me acuerdo, es re pesadíllico. me acuerdo que despues de esa clase, me enferme con 8000º de temperatura y tenía un miedo de soñar este cuento.
Ariel.
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