jueves, marzo 08, 2007

Viaje Interior

Cuando Cristina abrió un ojo no pudo reconocer el espacio a su alrededor. Temía despertar del todo, esperaba continuar el sueño anterior, donde aquella tortuga la hipnotizaba en silencio. Desde la cama contigua Mariela bostezó sin vergüenza y terminado el alarido dijo “buen día” a media lengua. Cris giró la cabeza, y la miró sin abrir el otro ojo tapada con la sábana hasta el mentón.
-¡Dale vaga, levantate que hoy es el gran día! ¿No me vas a decir que todavía tenés sueño? Pegó un salto de la cama y se paró junto al placard donde empezó a cambiarse. Cristina no se animaba a nada, se sentía rara, inestable. Finalmente hizo un esfuerzo por entrar en razón y ponerse en marcha a pesar de la confusión. Aún recordaba esa mirada penetrante y lenta, que sin usar palabra alguna había instalado un mensaje en su conciencia.
-Buen día Mari, va… o debería decir “día” a secas, no sabes el terrible sueño que tuve.
-Yo también tuve pesadillas, soñé que Laurita se comía todas las galletas de la lata… -¡Dale che esas son pavadas, yo tuve un sueño feo de verdad! -No te enojes, sabés que sin algo sólido en el estómago enloquezco. Si te parece, tomamos algo rápido y me la contás con lujo de detalles, porque aunque me muero de curiosidad, creo que deberías esperar hasta que hayamos terminado el desayuno para contarme, según dicen las brujas si no lo hacemos el mal sueño podría cumplirse.
Las luces de la mañana bonaerense penetraban las hilachas de la cortina mientras las dos hermanas tomaban su té con leche. Cristina en silencio, con la mirada perdida en los dibujos del mantel, esperaba completar su taza para largar con la historia. Último sorbo… -Listo terminé.
-Dale… ¿vas a contarme ahora que terminaste? La gata Laurita se frotaba contra las piernas de Mariela mientras maullaba para que ellas le compartieran su desayuno. Cris aspiró profundamente, hizo una pausa corta, y largo el aire por la boca con suavidad. -Me da miedo hasta recordarlo, esa cara inmóvil y dramática, esa mirada que me acosaba, en fin…, te cuento.
Estábamos en Glew de visita en la casa de la abuela, habíamos comprado un regalo para ella, un adorno. Era una tortuga de cerámica pintada en colores vivos de una forma bastante desprolija, parecía una artesanía de esas baratas que se compran en las ferias. En el momento en que se la damos, ella la toma con ambas manos, y con un tono mezclado de emoción y misterio nos dice: “me siento bien haciendo esto”. Yo la miraba sin entender esperando alguna aclaración, y al no tenerla le pregunte: “¿haciendo qué abu?” Sin dejar de mirar la figura la giró hacia nosotras. Fue allí, al mirarla, cuando vi fuego ardiendo en la cavidad de los ojos del animal. Sentí como un temblor en el cuerpo y una conexión, la apertura de un puente de comunicación entre nosotros que al mismo tiempo me tenía paralizada. Había perdido el control de todos mis movimientos, el miedo y la curiosidad estaban en balance perfecto. Durante ese lapso, se produjo un cambio en mi percepción temporal, el paso del tiempo se había acelerado.
-¿Y que paso después, te dijo algo? -Nada, solo me miraba.
Parecía crecer de tamaño, aunque no estoy segura si el efecto óptico era provocado por el enfoque de mis ojos, que estaban fijos en esa cara. Justo ahí fue cuando me despertaste, y recuerdo que por unos segundos ya estando despierta, seguía escuchando la frase de la abuela repetirse en mis pensamiento una y otra vez: “me siento bien haciendo esto”. Lo realmente paradójico, es que a pesar de ser una frase optimista me atemorizaba. -Bueno hermanita, ya pasó. ¿Viste?, te dije como cuando éramos chicas. Los sueños son un espacio muy particular, donde las ideas y los pensamientos se agrupan de una forma diferente. En algunas ocasiones cuando esa magia se corta al despertar, el cambio de estado nos genera angustia. No te olvides que hoy es un día especial, y cuando uno enfrenta cosas nuevas siempre surge un miedo interior a lo desconocido, y a veces miedo hasta de ser feliz.
Juntaron sus tazas, hicieron sus cuartos, y después de cambiarse pidieron un remise al aeropuerto. Roma, la ciudad natal de sus abuelos las estaba esperando.
(08/03/2007)